Hay noches en que el emprendimiento se siente como un reloj roto: hace ruido, te recuerda que algo no anda, y nadie te explica cómo arreglarlo. Te levantas con buenas intenciones y café, y el día te devuelve facturas, correos sin respuesta y esa voz diminuta que te pregunta si acaso todo esto vale la pena. Los impuestos aparecen entonces —con la delicadeza de un portazo— para recordarte que tu sueño tiene fecha de cobro. Emprender es aprender a convivir con dos demonios: la pasión irracional que te empuja y el papeleo implacable que te frena; ambos te miran con paciencia y ganas de verte caer. No es cursilería: es química, biografía y economía. Y aunque algunos libros te vendan la épica del fundador que vive de instinto, la verdad es que la mente se desgasta, el ánimo se deshilacha y los errores fiscales cuestan más que una mala idea.
Este texto no viene a endulzar nada. Viene a confesar: lo emocional en el negocio influye en decisiones fiscales; la pasión puede cegar y la culpa puede paralizar. Y sí, hay formas de administrar ese incendio: no apagándolo de un soplido, sino poniendo cortafuegos, horarios para pensar y otros para ejecutar. Lo que sigue es una mezcla de consejo, confesión y malas metáforas: para que puedas mirar tus números y tus nervios con algo más que miedo. Porque mientras la vida te pide coraje, tus impuestos piden orden. Y el orden, cuando es honesto, también es revoluciones.
Emprender es sentirse vivo y a la vez desangrado por la burocracia. La pasión no es sólo gasolina: puede ser niebla que te impide ver el precipicio (Cardon et al., 2009). Es fácil decidir a medianoche que vas a “invertir todo” y al amanecer descubrir la cuenta vacía y una carta del SAT listísima para cobrar. Aprender a distinguir impulso de estrategia es el primer acto de supervivencia emocional. No es traición a la ilusión; es realismo con buenos modales.
Hay momentos en que un fracaso parece una tumba. Se llora, se culpa, se dramatiza como se hace en las novelas. Shepherd (2003) habla de duelo tras la quiebra; no es melodrama: es psicología práctica. Permítete ese duelo, pero no te instales ahí. Tratar la pérdida es limpiar la zona de trabajo para volver a armar algo mejor. El dinero perdido siempre duele más si te lo llevas puesto el orgullo.
Los impuestos son un espejo cruel: reflejan lo que no quieres admitir —gasto desordenado, ventas mal registradas, falta de planificación— y encima te cobran por ello. La carga administrativa y emocional de cumplir con obligaciones fiscales pesa en PYMEs y emprendedores (OECD, 2017). Por eso la táctica es doble: manejo emocional y manejo fiscal. No vas a separar la emoción de la contabilidad como quien desenchufa un cuadro; debes aprender a organizarlas para que no se peleen en la cocina.
Prácticas concretas
(no poesías, acción)
– Ritual mínimo diario: antes de checar redes o ventas, abre tu cuaderno fiscal: tres entradas rápidas —ingresos, gastos, urgencias—. Es una especie de confesión matutina que te evita sorpresas. La constancia reduce la ansiedad (World Health Organization, 2019).
– Divide roles: cuando trabajas solo, te multiplicas y te traicionas. Sé el fundador soñador 3 horas al día y el gestor disciplinado 2 horas. No solarices tus tareas; ponles horario.
– Automatiza lo aburrido: facturación electrónica, recordatorios de pagos y conciliaciones automáticas. Lo que no requiere tu drama personal, que lo haga la tecnología.
– Reserva un “fondo impuesto”: un porcentaje fijo de cada ingreso destinado a impuestos. No lo toques. Es ponerle respeto a lo inevitable.
– Habla con alguien que no esté enamorado de tu idea: un contador, un mentor, un socio que tenga pulso frío. La buena crítica cura el delirio.
– Aprende a nombrar la emoción: “hoy siento miedo” es ya medio camino a la calma. Identificar el estado te evita decisiones impulsivas.
Giros
(porque la vida los trae)
La tragedia romántica de emprender es útil: te hace poema y motor. Pero cuando la tinta se vuelve deuda, el poema no paga la luz. Aquí entra la paradoja: aceptar la crudeza emocional te hace mejor gestor. Si dejas de fingir que eres eterno, empiezas a construir sistemas. Si reconoces que te tiemblan las manos cuando abres un correo del SAT, lo practico toma la mano y te dice: “vamos a programar una cita con el contador”.
No es optimismo barato. Es reconocer que la mente es un capital que hay que cuidar. Las políticas y la estructura fiscal no son castigos personales; son reglas del terreno. Y entenderlas disminuye la culpa y la furia. El emprendedor que combina pasión y orden no es menos romántico: es más resistente.
Cierre
A veces pienso en los impuestos como un amante celoso: te exige transparencia, te roba tiempo, y de vez en cuando te perdona. Otras, como un juez que no entiende tus por qué. Sea lo que sea, conviene aprender su lenguaje antes de convertirlo en tragedia. Trabaja tu cabeza, organiza tus números, crea rituales, pide ayuda. La lucidez es el mejor seguro contra el desastre emocional y fiscal.
Si quieres dejar de pelearte con tu contabilidad como quien discute con un espejo, en declarafy.mx te escuchamos sin juicio y con soluciones. No prometemos milagros, pero sí orden, claridad y menos noches en vela. Contáctanos: hablamos tu idioma —el de los impuestos y el de las existencias— y armamos juntos un plan para que tu negocio y tus emociones no se sigan saboteando.
Referencias
Cardon, M. S., Wincent, J., Singh, J., & Drnovsek, M. (2009). The nature and experience of entrepreneurial passion. Academy of Management Review, 34(3), 511–532.
Shepherd, D. A. (2003). Learning from business failure: Propositions of grief recovery for the self‑employed. Academy of Management Review, 28(2), 318–328.
Organisation for Economic Co‑operation and Development (OECD). (2017). Entrepreneurship at a Glance 2017. OECD Publishing.
World Health Organization. (2019). Mental health in the workplace. World Health Organization.
Image by: Galina Kolonitskaia
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